Radioteca ya no recibe más audios. Los audios existentes permanecerán en línea.

[Leer aviso]

Por falta de fondos, desde junio de 2020, este portal de intercambios se encuentra congelado. Ha sido imposible mantener activo el sitio que ha crecido constantemente desde que se abrió en 2006. Queremos agradecer a quienes, de una u otra forma, apoyaron esta iniciativa de Radialistas Apasionadas y Apasionados: la oficina de UNESCO en Quito por aportar el empujón inicial; a CAFOD por confiar siempre en nuestras iniciativas; a HIVOS y la DW-Akademie por sus apoyos para ir mejorando la web y mantener el servidor; a Código Sur por sostener técnicamente Radioteca la mayoría del tiempo que estuvo activa; a Roberto Soto por su solidaridad técnica en estos últimos años; y la Red de Radios Comunitarias y Software Libre que, junto a Guifi.net, permiten que esta versión final de Radioteca siga en línea y no se pierdan nunca los audios que muchas radios nos confiaron a lo largo de 14 años.

Recomendamos Archive.org para guardar tus audios online.

Sasarun, pescador de almas
Sasarun, pescador de almas
Descripción:

Juan Flores tiene un problema: comienza un buen día a tener miedo de todo. Los médicos convencionales le recetan medicamentos pero no hacen efecto alguno. Así que decide viajar a la selva amazónica para poder encontrar la cura definitiva a su mal. Ahí, una icaradora (chamana) se comunica con el famoso martín pescador amazónico, llamado sasarun en lengua chayawita, que tiene la habilidad de traer el alma que ha sido arrancada de la persona a la que le han hecho daño. En el proceso de cura, el sasarun se dará cuenta de que Juan, tan curioso y preguntón, quizás no sea un paciente más. El relato se encuenta en una colección llamada Uywalandia. Contacto: anglasrabines@gmail.com

Libreto:
Sasarun, pescador de almas.

Juan Flores había llegado a Tarapoto buscando una cura a su mal, unos días atrás comenzó a sentir miedo porque se le aparecía un rostro repetidas veces en las personas que veía, al principio eran extraños que pasaban por la calle y pensó que era una ilusión producto del cansancio, así que fue a los médicos de Lima, y le recetaron medicamentos para tranquilizarse. Pasaron tres días sin incidentes, pero al cuarto, cuando vio que su mejor amigo cambiaba su expresión por el de una especie de fantasma hecho de humo, perdió toda esperanza en la medicina tradicional, y aconsejado por un amigo, tomó el primer avión en busca de los legendarios curanderos de la selva.

- Disculpe, ¿es usted Clarisa Tangoa, la icaradora?

- Sí. Pase, por favor.

El lugar era muy amplio y ordenado, con la luz del sol que se filtraba por las ventanas sin vidrios. El calor hacía sudar hasta a la madera del suelo y las paredes.

- ¿De Lima vienes?

- Sí. Es que tengo un grave problema.

- ¿Qué te ocurre?

- Tengo miedo de todo, antes era solamente de un rostro que se me aparecía, pero cada vez más ha ido aumentando en frecuencia, ahora tengo miedo hasta de salir a la calle, de abrir una puerta, de verme al espejo.

La curandera levantó una ceja, sonrió y miró hacia afuera.

- Me parece que tienes payanai fuerte.

- ¿Payanai?

- Payanai es para nosotros, los chayawitas, el manchari, el susto, porque te has quedado sin alma. Ahora eres sólo cuerpo, caminas, comes, pero sientes como si te faltara algo. Y ese vacío es llenado por los seres de las sombras. Alguien te ha robado el alma y la ha tirado al río, pero no a un río grande ni mucho menos al río Dios, sino a una lagunita, a una cocha chiquitita.

- ¡Qué horrible! ¿Quedaré sano, Clarisa?

- Yo te recupero el alma, pero tus faltas a lo largo de la vida las conoces y las arreglas tú solo. Ahora quédate sentado, tengo que cantar.

Entonces, Clarisa cantó con una voz minúscula, que entró en su cuerpo pidiendo permiso. Los cantos curativos amazónicos son los ícaros humanos, que los males oyen y aborrecen hasta escapar al inframundo. El ícaro hace huir el mal cuando sale de la boca del icarador. Clarisa le icaraba el pecho y se concentraba para encontrar y hallar el ave mágica que iba a volar a la cocha a recuperar su alma perdida.

- Fuera, payanai manchari –decía ella, cantando-. Vengan, aves del bosque, vengan. Busquen el alma de nuestro amigo para devolverla a su cuerpo.

En la profundidad de la selva, un ave menuda se perdía en el cielo buscando comida. De pico largo, ligeramente cabezón y con plumaje encendido, era el famoso Martín pescador amazónico, llamado Sasarun, en lengua chayawita.

- Juanito sin huayancui, sin alma, estoy llamando al Sasarun pescador, que con sus alitas y su pico que no falla llega del cielo a este mundo a devolvernos tu alma. Hola, Sasarun, qué bien que hayas venido a esta casa. Cierra los ojos, Juan. ¿Lo ves?

- A ver. Creo que sí. Es de plumas castañas y cara de pocos amigos.

- ¡Puedes verlo! Eres un privilegiado. Sí pues. Es que últimamente muchos mancharis está resolviendo el pobre, mucho lo estamos fastidiando.

El ave diminuta subió y bajó varias veces, mirando siempre el río.

- ¿Cómo? ¿Otra vez? Te dije que no me molestaras hasta el fin de semana. Quiero comer peces, no almas.

- Lo sé, Sasarun, pero es un caso especial. Viene de Lima.

El Martín pescador dio un suspiro. Durante quince días había sacado sólo almas simples y aburridas, y ahora, por alguna extraña razón, comenzó a sospechar que quizás esta en especial fuera lo que estaba buscando.

- Está bien. Por esta vez te paso. Pero si se trata de lo que tú ya sabes, has lo imposible por que se convierta.

- Está bien.

- ¿Estoy bien? ¡Qué bueno! ¿Tengo cura?

- Ya lo creo.

- ¿Qué es ese canto?

- Es para buscarte el miedo, y sacarlo.

- ¡No me diga! He leído algo del tema. ¿Eso es icarar?

- Sí.

- ¿No será como la leyenda de Ícaro?

- ¿Leyenda de Ícaro? No sé nada de eso.

- Ícaro es un personaje griego con alas, que voló muy alto, sobre un laberinto.

- No, en este caso, es un ave mágica que va a quitarte el miedo.

- ¿El Sasarun, no? Martín pescador.

- Así es.

- Desde los cielos, Clarisa oyó la voz de su amigo:

- ¿No te dije? ¡Es un hombre culto! Conoce de leyendas.

- El hombre volvió al ataque, como la lluvia en la selva.

- ¿Y cuánto durará ese canto?

- Depende de tu necesidad.

- ¿Y qué idioma es ese?

- Se llama chayawita.

- ¿Y por qué cantas tan bajito?

- ¡Cállate y estate quieto!

- ¿Me dices a mí? Oye, si dejo de volar me caigo. ¡Estoy sobre el Amazonas!

- Ya, disculpe, me quedo quieto.

- Eso espero.

- El Martín pescador sonrió, mientras sobrevolaba la espesura de la selva, guiado por el canto de la icaradora. Dejó el río Dios, y comenzó a buscar en sus afluentes, más arriba.

Clarisa, cuando se enteró a dónde iba el Sasarun, se quedó sorprendida.

- En Yurimaguas está tu alma. ¿Tan lejos te han botado?

[Leer licencia]
Este material se publica bajo los términos de la licencia:
Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
Usted es libre de:

Compartir — copiar y redistribuir el material en cualquier medio o formato.

Adaptar — remezclar, transformar y construir a partir del material.

Bajo los siguientes términos:

Atribución — Usted debe dar crédito de manera adecuada, brindar un enlace a la licencia, e indicar si se han realizado cambios.

No Comercial — Usted no puede hacer uso del material con propósitos comerciales.

Compartir Igual — Si remezcla, transforma o crea a partir del material, debe distribuir su contribución bajo la la misma licencia.


 
ESTE CONTENIDO NO TIENE COMENTARIOS